martes, 23 de junio de 2009

Azote y muerte para las mujeres

en http://www.elespectador.com/impreso/articuloimpreso146776-azote-y-muerte-mujeres

Azote y muerte para las mujeres
El investigador social Fredy Gómez es especialista en estudios de género y masculinidades y violencia y familia. Es consultor de organismos nacionales e internacionales:
C.OT. ¿Cuáles son las cifras estadísticas que más lo aterran?
F.G.A.- Varias son las realidades que sobre violencia basada en género demandan nuestra máxima atención en Colombia. Una se refiere, por ejemplo, a la inmensa cantidad de casos de violencia intrafamiliar que se suceden en nuestro país. 89.983 casos, son una muestra impresionante de nuestras realidades. De ellas, según el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses (INML y CF), 52.264 corresponden a violencia de pareja y casi el 90% de este grupo equivalen a violencias cometidas contra mujeres de todas las edades y estratos socioeconómicos. Y valga decir que no siempre las causas son económicas.
Los celos, la intolerancia, el alcoholismo ocupan en conjunto el 52% de las causas de la violencia de pareja. En cuanto a los feminicidios, una de las más aterradoras realidades de inequidad y violencia de nuestro país, pese a la inmensa dificultad que significa cuantificarlos, muestra que para el año 2005 la tasa de mujeres asesinadas por causa de la violencia en la familia fue de 112. Según un Informe de la casa de octubre de 2008 realizado por la Casa de la Mujer, Mujeres que Crean, Ruta Pacifica y Vamos Mujer, para el año 2008 se registran 1.207 homicidios contra mujeres de los cuales 143 fueron perpetrados por presuntos grupos armados. ¿Y el resto?: familiares, esposos, amigos, ex – novios, novios, amantes. No es fácil concebir que de los 22.202 informes de delitos sexuales reportados en Colombia durante el 2008, las mujeres representen el 84% del total de víctimas.
C.O.T.- Las estadísticas ¿Reflejan la realidad o hay muchos casos sin denunciar?
F.G.A.-Según cifras de la Encuesta Nacional de Demografía y salud de Profamilia del año 2005 sólo el 76.1% de las mujeres que han sido agredidas denuncia su caso ante las autoridades. Calculemos que, según cifras oficiales del INML y CF, cada amanecer en Colombia puede dejar 52 delitos sexuales cometidos y denunciados, es decir, algo más 2 cada hora. Esto quiere decir que el reporte oficial sólo alcanza a cubrir entre el 10% y el 20% de los casos que realmente ocurren. Si llaman la atención las estadísticas que tenemos ¿Qué decir si las multiplicamos por 5 ó por 10.
C.O.T.- ¿Una sociedad con tan altas cifras de maltrato a las mujeres y a los niños es enferma o es simplemente machista?
F.G.A.- El machismo podría ser considerado como una patología, cultural, si se quiere. Desde este punto de vista, a hombres y mujeres nos compete la aceptación, la reflexión y el cambio requerido para que no nos autodestruyamos como humanidad, como tejido social, como nación. Por supuesto que existe un profundo desarreglo en nuestras pautas de convivencia, tolerancia y reconocimiento de la diferencia. Y el machismo, en mi concepto, es, justamente, uno de los factores promotores de inequidad, violencia, desarraigo, intolerancia y exclusión más importantes.
C.O.T.- ¿Es cierto que hay menos denuncias en los estratos altos?
F.G.A.- Lo que reportan las cifras oficiales es que le nivel de denuncia en estratos socioeconómicos superiores es inferior como si fuera menor también menor la ocurrencia de tales hechos. Por estudios hechos en América Latina se sabe, por ejemplo, que cuando se incurre en un comportamiento o acto violento, a mayor nivel de escolaridad se puede recurrir más a la violencia psicológica que a la física, mientras que a menor nivel de escolaridad se recurre más a la física que a la psicológica.
Quizás un mayor estrato socioeconómico, que puede conllevar mayores niveles de escolaridad aunque no en todos los casos, como bien lo sabemos, puede traer fenómenos de violencia más complejos y difíciles de detectar, de un lado, y un menor nivel de denuncia e invisibilización social sino por factores socioculturales.
C.O.T.- Con respecto a los países de América Latina ¿Cómo está Colombia en materia de violencia intrafamiliar?
F.G.A.- En verdaderamente difícil hacer un seguimiento continuo a indicadores estables en torno del la participación masculina en diversos actos y comportamientos violentos en diferentes escenarios sociales, como la familia, el mundo del trabajo, etc., en Colombia. Aún así sabemos que según el INML y CF, en el año 2008 se presentaron 1.139 homicidios en los que la víctima fue una mujer, frente a 12. 899 en los que la víctima fue un hombre.
La relación numérica aproximada es de 12 hombres muertos violentamente por cada mujer que perece en una circunstancia violenta. Y se puede colegir por diversas reflexiones y análisis académicas que más del 90% de los actos violentos que dejan al menos una víctima mortal fue perpetrado por un varón. Esta cifra oscila y en América Latina, se registran datos más o menos similares. Quizás la violencia intrafamiliar, la violencia conyugal y la violencia psicológica de hombres contra mujeres sea superior en nuestro país comparado con otras naciones del continente.
C.O.T.- ¿Por dónde hay que empezar a erradicar los comportamientos violentos del género masculino?
F.G.A.- En la cultura misma podemos encontrar buenas razones, espacios y herramientas para el cambio profundo y radical de muchos de nuestros patrones de relación, de comportamiento y de postura frente a la vida y la Humanidad. Brevemente diría que la familia, a no dudarlo, juega un papel verdaderamente estratégico en esta revisión de nuestros valores y acciones. No puede ser que siendo un lugar privilegiado de creación y recreación de los afectos, la solidaridad y los valores, encontremos un escenario de violencia, desencuentro y profunda exclusión y discriminación.
De otro lado, las estructuras educativas de nuestro país tienen que ser sometidas a una concienzuda revisión, pues el machismo, la misoginia, la homofobia, la exclusión, la intolerancia, la respuesta violenta sigue siendo un hecho cotidiano en muchas de nuestras escuelas, particularmente las públicas y la estructura educativa aún no arriesgue un cambio profundo en su manera de ver la educación y las relaciones de género. Por otra parte, los medios masivos de comunicación tienen mucho qué decir en las problemáticas y en las soluciones. Desearía ver medios comunicando equidad y respeto y no cosificación, consumo irracional y violencia como medio legítimo para demostrar el éxito.
C.O.T.- ¿Cuál es la política pública adecuada que debería implementarse por parte del Gobierno y el Congreso para enfrentar la violencia de género?
F.G.A.- Políticas públicas nacionales aterrizadas en los ámbitos regionales y locales que permitan legitimar un cambio de conceptos y paradigmas en nuestras relaciones sociales. Es decir, unas políticas públicas que contemplen el feminicidio como un crimen contra la Humanidad porque así es y como tal, se ordene su judicialización. Que exprese claramente que la violencia contra niñas y niños es también contra nuestro presente y nuestro futuro y como tal asuma su penalización. Que interprete el abandono de los varones de sus responsabilidades paternas, alimentarias y de cuidado y presencia afectiva con sus hijos e hijas como un crimen de género, y que ayuden a construir un sistema judicial incorrupto que no permita la evasión y fuga de los hombres y los padres de frente a sus compromisos.
Que incorpore definitivamente el abordaje de los varones como sujetos con identidad de género, para la elaboración de acciones intersectoriales de prevención de la violencia y promoción de la salud. Políticas que acepten que la violencia ha sido largamente construida y legitimada y que como tal también es evitable. Unas políticas que ante todo rechacen la violencia como una vía válida para la imposición de opiniones, deseos o decisiones, ya sean familiares, locales, políticas, ideológicas o filosóficas. Por supuesto que esto ocurrirá cuando hayamos comprendido la violencia como la más infame forma de relación y la inequidad, como la más indeseable de nuestras realidades.

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